Lito Vitale:
«Nunca me consideré un maestro»
El músico, recorrerá su trayectoria en el Colón, habla de la vigencia de su obra y se anima a una autocrítica poco común. Viaje en el tiempo. la propuesta de Lito Vitale abarca las etapas posteriores a la disolución de Músicos Independientes Asociados, en 1983.
por Eduardo Slusarczuk
Habrá quien diga por ahí que 30 años no es nada. Pero apenas uno comienza a transitar la vida musical de Lito Vitale, la sentencia estalla en mil pedazos. El músico, referente esencial de la producción independiente, gestor cultural y compositor -el orden de los factores no altera el producto- lo intentará resumir en su Currículum Vitale, el concierto con el que el 4 de septiembre a las 20 horas volverá al escenario del teatro Colón, con localidades ya agotadas.
Frente a los recorridos que van del pibe pelilargo que exhibía su propia visión de Bach escondido tras una muralla de teclados en la nocturnidad de Hugo Guerrero Marthineitz a la del anfitrión de sus amigos del alma en su propia noche televisiva; del pianista que percutía las cuerdas de su teclado en su particular Telesita y de sus diálogos pianísticos con Manolo Juárez a la demorada búsqueda experimental y en solitario que se permitió un par de años atrás; de la imposible masividad conseguida a fuerza de piano, guitarra y vientos y sus viajes por universos más personales en cuarteto o quinteto, a la madura interpretación de clásicos y no tanto del tango, el folclore y de la música latinoamericana codo a codo con Juan Carlos Baglietto, tres décadas encierran una historia que está lejos de ser “nada”.
“Currículum es una idea que tengo desde hace un par de años, cuando se cumplieron mis 30 años como solista, a partir de la separación de M.I.A., en 1983. No sucedió; y ahora se dio todo para hacerlo”, cuenta Vitale, en una de las salas de ensayo de la casona de los Vitale en San Telmo.
¿Cómo te relacionás con la música de tus distintas etapas, al buscar repertorio para el concierto?
Bien. Por un lado, soy muy crítico, porque creo que siempre las cosas pueden estar mejor; pero por otro lo disfruto mucho, porque entiendo que lo hice como mejor podía hacerlo en ese momento. De todos modos, el concierto está planteado como un encuentro de los músicos, y también de un público que en gran medida será el mismo que el de entonces.
¿Eso está bien o mal?
Está buenísimo. Porque, digamos las cosas como son, no hay mucho nuevo para mostrar.
Pero sería nuevo para quien nunca lo escuchó.
Puede ser. Pero el valor que tiene es el de una noche de recuerdo de algo no tan viejo, que termina con mi actualidad, junto a Juan Carlos. No va a ser una juntada de viejos tocando todo mal (risas). Creo que va a estar musicalmente interesante. Pero el sentimiento que quería transmitir era que la gente vaya a escuchar lo que desearía escuchar, y que nosotros conectemos con lo que más conectó con la gente, en cada una de las etapas. Revisando, por ahí hay cosas que me resultan musicalmente más interesantes, pero que no se adecúan a la idea del concierto. Lo nuevo va a ser Alma Mater, que es una obra dedicada a mi viejo, DonVi; música sin concesiones, nueva.
¿Qué significa sin concesiones?
Que no entra en la consideración que uno hace al armar un show, en el que tratás de hacer un equilibrio entre lo más simple y lo más denso que la gente pueda asimilar.
Dino Saluzzi te diría que eso no tiene nada que ver con el arte.
Bueno, eso es lo que él dice. Lo que yo hago a mí me gusta, y lo quiero transmitir. Dino es un genio indiscutible; pero Chaicovsky, cuando mete una melodía simple en una sinfonía que es un quilombo, lo hace porque él mismo necesita una melodía simple para digerir. No para vender más discos, porque la intención es artística; pero todo tiene que tener una especie de crescendo, forte y pianissimo; establecerse, distenderse, volver a densificarlo. No para complacer, sino porque naturalmente es así. Si todo fuera de una gran densidad, sería insoportable. Y si fuera todo blando, también sería un embole.
¿Sentís que hay músicas que no resisten el traslado a la actualidad?
Casi todas. Algunas cosas se transforman en algo que no pierde sustento, y otras que no se sostienen; y no sólo sucede con mi música. Pero si hoy hiciera algo con el sonidito de Ese amigo del alma, sería algo así como “ya está negro, tratá de inventarte otra cosa”. Pero en el tema todavía siento que tiene su sentido. Además, no hay manera de recrear el instante en que fue hecho.
¿Cambió tu manera de vincularte con la música a lo largo del tiempo?
Cambió; básicamente porque hay algo que es como una norma, y es que de los 20 a los 30 años, vos delineás lo que sos como artista, y como persona. Y a ese momento no se vuelve, aunque lo intentes. Por entonces, yo quería hacer todo; soñaba cosas que hoy sé que son imposibles, y que entonces no las sueño.
¿No te frustra?
Me recontrafrustra (risas). Pero soy un tipo que no tiene de qué quejarse. Tengo una historia musical que acompañó mi vida maravillosamente. Hay cosas que me parece que están buenas, y otras que no. Pero nunca me consideré un maestro, como mucha gente me considera.
¿Por qué?
Porque un maestro es otra cosa. Yo tengo la capacidad de hacerle creer al otro que soy más de lo que soy. Que soy muy seguro, que tengo plata; cosas que no son reales. No soy ni más ni menos que los demás, y si en algún tiempo hablé con cierta soberbia -que sí lo hice- hace mucho que no lo hago. Me considero un tipo que ha hecho mucha historia en la música, pero en estos países hay que remarla siempre desde abajo. No me puedo acodar en lo que hice; siempre tengo que salir a tocar de nuevo, y hacer música instrumental no es simple.
¿Porque no es simple componer, o porque no es autosustentable?
Por ambas cosas. A los 53 años tengo muchas más responsabilidades. No puedo decir hago lo que me salga. Admiro a quienes actúan de ese modo, pero no es mi manera de proceder. Siempre hay un costadito de under, que es el que nos lleva a hacer cosas interesantes. Pero cuando pensás en el profesionalismo, a veces es difícil poner la creatividad -que es lo esencial- en el primer lugar, que es el que debería ocupar. A veces te gana la necesidad de pagar sueldos, porque hay un montón de gente que depende de uno.
Solo, en dúo, trío, cuarteto y quinteto
Todos estos años de músicos
“Va a ser un repaso cronológico, que comienza con 'La Telesita', que hago yo solo, y después, 'Criollita santiagueña', con Manolo (Juárez)”, anticipa Vitale el programa de mañana. La primera parte seguirá con el trío Vitale-Baraj-González, con la 'Merceditas', de Sixto Ríos, que convirtieron en impensado hit, y el cuarteto con Marcelo Torres, Cristian Judurcha, y Diego Clemente en lugar de Manuel Miranda. La segunda parte comenzará en dúo: primero con Pedro Aznar y luego con Luis Salinas, y a continuación el escenario será del quinteto, antes del cierre, con Juan Carlos Baglietto.
Fuente: Clarín
Fuente: Clarín
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