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domingo, 9 de julio de 2017

Glenn Close, inolvidable interpretación de Sunset Boulevard, en Broadway

La actriz, en el rol de Norma Desmond, recibió ovaciones de pie en esta obra que bajó de cartel hace pocos días

Por Pablo Gorlero


Foto: NYT
NUEVA YORK.- La sala repleta del Palace, uno de los principales teatros neoyorquinos, ubicado justo en el corazón de Broadway: Times Square. Pero no es el público habitual de una obra musical, hay algo particular. Antes de comenzar la función de Sunset Boulevard se denota fervor, ansiedad. No es sólo el interés por ver un espectáculo, sino por verla a ella. Los actores inmensos a nivel mundial no son tantos. Por ello, la oportunidad de ver a Glenn Close en vivo, en un papel que encarnó de manera antológica en 1993, que retomó el año pasado en Londres y continuó en Nueva York, es casi una bendición.

Y ella recién aparece a los 20 minutos de espectáculo y tiene que continuar su texto con una ovación. Un hecho que se repetirá varias veces durante casi tres horas. El primer estruendo es cuando el personaje del gigoló Joe Gillis la descubre y le dice: "¡Norma Desmond! ¡Usted fue enorme!" A lo que ella responde: "Yo soy enorme. Las películas son las que se volvieron pequeñas". Y en cada función -se comenta- pasaba lo mismo. Glenn Close es inmensa, mucho más que la Norma Desmond que le toca interpretar. Es de esas actrices inigualables que encajan justo en el rol que la providencia les puso por delante. Ella misma no se cansa de repetir que se siente una bendecida porque la vida le haya dado la oportunidad de encarnar semejante papel.

Norma Desmond fue una estrella del cine mudo y, aunque está en plena decadencia y ya nadie la convoca, cree que aún tiene la dimensión de estrella que supo ser. Llega a su mansión este guionista de poca monta, perseguido por acreedores algo violentos y cae rendida a sus pies por amor, pasión, fascinación. Es el argumento de la película homónima de Billy Wilder (1950) en la que Christopher Hampton y Don Black (libro) y Andrew Lloyd-Weber (música) se basaron.

Desde el momento en que se anunció que junio sería el último mes de funciones de la nueva versión de Sunset Boulevard, fue muy difícil conseguir entradas. Todos querían ver a Glenn. No se trataba de la imponente versión de los 90, en la que cuando se elevaba el escenario emergía una mansión y, luego,debajo aparecían otros ámbitos.

Era mejor. Por lo menos para aquellos que gustan más del teatro que del show. Algunos dijeron que se trataba de una versión semimontada de Sunset Boulevard. Nada más desacertado. El artilugio escénico único diseñado por James Noone constaba de un andamiaje de pasarelas que permitían el tránsito por todo el escenario en su parte superior, con la orquesta de 40 músicos debajo y los actores moviéndose desde la mitad del espacio hasta el proscenio. Un alarde de creatividad minimalista. En esta puesta tan bien comandada por Lonny Price (Company, Sweeney Todd, Urban Cowboy) uno corrobora que no hace falta una producción multimillonaria para esta obra sino una actriz como Glenn Close. En sí misma es mucho más grande que la mansión de la versión original. Con su composición de Norma Desmond demuestra que es fundamental una actriz en un musical. No desafina, tiene una cadencia preciosa, pero no requiere de una voz inmensa para encarnar a este ser tan frágil como soberbio. Ella encarna a Norma como si tuviera que personificar a Lady Macbeth: con verdad ante un personaje gigante. La palabra cantada continúa al texto hablado por una necesidad lógica de la acción dramática. Y eso se vuelve verdadero y legítimo con interpretación, no sólo con una voz magnífica. Nada mejor que la palabra "encarnación" al referirse al trabajo de esta actriz que vuelve tan viva a su criatura.


Foto: NYT

El público del Palace estallaba en tres ovaciones de pie durante cada función. Pocas veces visto. La primera es cuando Norma hace alarde de su profesión de actriz de cine ante su visitante. "Cuando hablo es con mi alma. Puedo jugar cualquier papel... Una lágrima en mi ojo puede hacer llorar al mundo entero", canta. Y eso mismo podría ajustarse a quien la interpreta. De inmediato, como si hubiera resortes en las butacas, los espectadores se ponen de pie y la ovacionan. Pero el momento más conmovedor es cuando Norma Desmond vuelve luego de mucho tiempo al estudio que la vio brillar. Por respeto y piedad, la reciben como aquella estrella que fue, atendiendo a su locura. Y con todo el elenco distribuido por el espacio escénico, ella se planta en el centro, obnubilada por los reflectores, conmovida por el respeto, emocionada por sentirse que finalmente está en casa. Y le dice cantando al set de filmación: "Pasé tantas mañanas tratando de resistirte. Y ahora estoy temblando, vos no sabés cuánto te extrañé". Esa maravillosa canción que se titula "Como si nunca te hubiese dicho adiós" es el momento cumbre de la interpretación de Close en esta obra. Locura, emoción, vulnerabilidad, felicidad, tristeza, mansedumbre y bravura... Todo junto en ese cuerpo, en ese momento, en esa piel. Y el espectador lo comparte con lágrimas y estalla en un aplauso y unos gritos que nunca serán olvidados. Con habilidad, el director toma esa energía y la traslada a la puesta, con el resto de los personajes sintiendo lo mismo que el público ante la fragilidad de la diva.

Por supuesto, la última escena es apoteósica. Su locura final no es frenética, es sutil, minuciosa, con la fragilidad de quien está hecho pedazos y no lo sabe con certeza. Deberá salir a saludar no menos de cinco veces. Los espectadores no quieren que ella deje el escenario. De manera contundente y acertada, Bent Brantley -el crítico más famoso de Broadway- dijo en The New York Times que el trabajo de Glenn Close es "una de las actuaciones más grandiosas del siglo".

Pero finalmente Glenn Close se bajó de Sunset Boulevard. Por más éxito que tuviera, ya se había planeado por anticipado que sería una temporada corta entre el 9 de febrero y el 25 de junio. La ovación final de su última función duró casi 15 minutos. Allí demostró su generosidad al dedicarles gran parte de su discurso de agradecimiento a sus compañeros. "Norma es uno de los grandes papeles que cualquier actriz podría soñar. Y a mí me tocó interpretarla dos veces en mi vida. Es emocionante", dijo entre lágrimas en esa despedida, con toda la compañía, Lloyd-Webber y su perrito, Sir Pip.

Luego de 23 años, retomó ese bendito papel primero en Londres, y luego en Broadway. Andrew Lloyd-Webber, como productor, fue muy astuto en reestrenar su obra con su gran protagonista para las nuevas generaciones. La obra se estrenó originalmente el 12 de julio de 1993, en Londres. Sólo cinco meses después, llegó a los Estados Unidos, a Los Angeles. Patty LuPone fue la protagonista en la capital inglesa y Glenn Close en la versión norteamericana. Lloyd-Webber, quien creó con esta obra una de sus partituras más sublimes, le había prometido a LuPone que la estrenaría en Broadway, pero supo que la mejor opción era Glenn Close y no cumplió con su promesa. Por ese motivo, tuvo que lidiar con una demanda legal que le hizo ganar un millón de dólares de indemnización a la protagonista de Evita. Es que cuando la actriz de Atracción fatal fue a audicionar a la mansión de Lloyd-Webber en Londres cautivó al autor. Y ella misma dice que sintió que estaba ante la posibilidad de tener el gran papel de su vida.

Se cavaron muchos metros en el teatro Minskoff de Broadway para construir los ascensores de la gigantesca escenografía que permitía que emergiera la mansión. Sólo el estreno de Nueva York demandó 13 millones de dólares de inversión y se dice que esta obra estableció un récord de pérdidas en la historia del teatro comercial estadounidense. Aquel montaje sólo pudo recuperar el 80 por ciento de la inversión inicial. Un cálculo de dinero errado ya que no fue un fracaso de público, mucho menos artístico. Poco más de dos años en cartel, con 977 funciones y lleno total en cada una, pero los inversores perdieron 20 millones de dólares y ésa fue la razón por la cual la bajaron de cartel.

Por ese motivo, el creador de El fantasma de la Ópera y Cats fue muy inteligente al reestrenar esta gran obra en una versión que no requirió de esos millones y respondió mucho más a un lenguaje teatral que al idioma del show business.

Sería ingrato (como los jurados de los premios Tony) no destacar a los actores que acompañaron en esta versión a Glenn Close. El británico Michael Xavier encarnó el rol protagónico masculino y lo entendió muchísimo mejor que sus antecesores. Actor de fuste y cantante sólido le dio a su Joe Gillis el carácter oportunista, pícaro y seductor de este gigoló. En la misma línea, completaron el elenco protagónico Fred Johanson, inmenso actor y barítono sueco; la encantadora intérprete inglesa Siobhan Dillon, y el simpático Preston Truman Boyd.

El 27 de diciembre se estrenará la versión española de Sunset Boulevard, con Paloma San Basilio en el papel principal, y se dice que el año próximo el productor Lino Patalano la estrenaría en Buenos Aires con un elenco a confirmar, aunque el nombre que más resuena es el de Valeria Lynch, bajo la dirección de Claudio Tolcachir. © La Nación


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