Su obra revolucionó y enriqueció el tango, y ejerció una fuerte influencia en las nuevas generaciones. Astor Piazzolla creó su propio sonido, y marcó un punto de inflexión en el género
por Eduardo Slusarczuk
«Todo le costó mucho a Piazzolla; hasta morir», escribió Natalio Gorín en Astor Piazzolla - A manera de memorias. Y no mentía ni un poco, en su manera de sintetizar los 23 meses previos a la medianoche del 4 de julio de 1992, cuando finalmente murió, a los 71 años, en su Buenos Aires querida. Casi siempre querida.
Atrás quedaban, definitivamente, su nacimiento en Mar del Plata, su infancia en Nueva York, su rol de canillita en El día que me quieras y sus dos años en la orquesta de Carlos Gardel. También sus estudios con Alberto Ginastera, con quien estudió armonía, contrapunto, fuga y composición, y con Nadia Boulanger, quien según cuenta la historia oficial, le recomendó no abandonar jamás el tango. “Esta es su música”, se dice que le dijo. Y allí fue él, a hacer ‘su música’.
Por entonces, los ‘50 cruzaban su mitad, su matrimonio con Dedé Wolf le había dado dos hijos -Diana y Daniel-, y su paso por la orquesta de Aníbal Troilo, una década antes, lo había acreditado como un inspirado arreglador. “De las mil notas que escribía, él me borraba setecientas”, cuenta Gorín que protestaba Piazzolla, quien sin embargo siempre tuvo buenas palabras para Pichuco;y compuso una Suite Troileana en su honor.
Su sociedad con Francisco Fiorentino lo puso en una especie de mano a mano con Horacio Salgán y Osmar Maderna en eso de darle una vuelta de tuerca al género. “Era lindo. Era una carrera por superarnos”, lo citan Diego Fischerman y Abel Gilbert en su libro Piazzolla el mal entendido. Mientras, enriquecía su repertorio: Se armó, Se fue sin decirme adiós, Pigmalión, El desbande.
El regreso de Astor de Europa coincidió con el final de lo que él mismo definió como “la mejor época del tango”. “Se fue Perón y se fue el tango”, le dijo en 1984 a Tiempo Argentino. ¿Y Piazzolla qué es? “Yo soy Buenos Aires al mango”, decía el músico, que volvió con la memoria del octeto de Gerry Mulligan a flor de piel. “Bajé del barco con una carga de dinamita en cada mano”, cuentan Fischerman y Gilbert que le dijo a su hija Diana.
Esta vez, el que no mintió fue Astor. Con su Octeto Buenos Aires pateó el tablero y atacó. “Parecíamos salidos del ERP... ¡ocho guerrilleros subidos al escenario! Cada uno, en lugar de un instrumento, parecía que tenía una bazuka”, dijo en alguna entrevista, cuando ya hacía tiempo que venía intercambiando munición gruesa con sus detractores.
De las piñas en los conciertos del Octeto a su intento de hacer jazz-tango, con su Quinteto Yei-Te en los Estados Unidos, y de ahí nuevamente a Buenos Aires, con la muerte de su padre, Vicente, clavada en su corazón, Adiós Nonino entre sus partituras, y en el horizonte su Quinteto Nuevo Tango, que marcó a fuego lo que vendría.
“Soy Astor Piazzolla, nací en la Argentina, me crié en Buenos Aires, y mis padres son de Trani, Italia”, se presenta el músico en el excepcional The Central Park Concert grabado en septiembre de 1987 con su quinteto de entonces. Y ahí, como sello de esa identidad que el bandoneonista expone en su speech, aparecen de aquella cosecha sesentista Verano Porteño, Milonga del Angel, Muerte del Angel y Adiós Nonino, que en cierta medida resumen el concepto rítmico, armónico y melódico que lo enfrentó con buena parte de la fundamentalistas de la tradición tanguera.
En contraste con su encuentro con Edmundo Rivero en El tango, con letras de Jorge Luis Borges, y mientras sumaba títulos a su lista de bandas sonoras, el surrealismo tuvo su expresión tanguera en la sociedad que Piazzolla firmó con Horacio Ferrer. De esa usina creativa salieron Balada para un loco, Balada para mi muerte, La bicicleta blanca, y la operita María de Buenos Aires, que además dató el inicio de la relación de Astor con Amelita Baltar.
El Conjunto 9, el Electrónico, su colaboración con Gerry Mulligan; los primeros ‘70 lo encuentran en Italia, con un infarto a cuesta y una búsqueda que descarta la electrónica y lo reencuentra con el quinteto. “El sonido ideal, el más porteño”, sentenciaría más adelante, ya de nuevo en nuestro país, y casado con Laura Escalada. Del mismo modo que pocos años antes había advertido: “Cuando habían empezado a entender el quinteto, hago esto que lo van a comprender muy pocos y después, cuando lleguen a entender el noneto haré otra cosa”.
¿Y el tango? Del rechazo y las críticas de los ‘60, pasando por cierta apatía en los ‘70, en los ‘80 el género le iba dando a Piazzolla un espacio de cada vez mayor relevancia. “Los mismos tangueros, después de luchar contra Piazzolla, se han dado cuenta de que Piazzolla tiene razón. La única diferencia ente ellos y yo es que yo toco bien, y ellos cada vez peor”, decía en 1984 el bandoneonista, que de paso, disparaba contra los rockeros: ”Creo que estoy por lo menos 20 años adelantado sobre lo que piensan los que hacen música en Buenos Aires. Resuena allá eso que llaman rock nacional, que no es nada. Hay que esperar a que se muera tan rápidamente como nació”. Ycontra el peronismo. “Nosotros, en la jerga musical, cuando hay un acorde feo, lo llamamos ‘acorde peronista’”, decía, dueño de un humor ácido que disfrutaron y ‘padecieron’ sus compañeros de la música y de la vida.
Mientras, paseaba su impronta en el Colón y en su cabeza se cocinaba una serie de grabaciones imprescindibles para entender de que se habla cuando se habla de Astor Piazzolla: Tango: Zero Hour, Tristezas de un Doble A, The New Tango (con Gary Burton), La camorra y Tres minutos con la realidad, grabado con el Sexteto Nuevo Tango, en el porteño Club Italiano, en 1989.
En agosto del año siguiente, en París, sufrió una trombosis cerebral de la cual ya nunca se recuperaría. Para entonces, discutir la música de Astor hacía rato que atrasaba. El, en cambio, sigue marcando agenda.
«Era como un astronauta»
Daniel ‘Pipi’ Piazzolla - Músico
“Para mí, ante todo, lo que dejó mi abuelo es un ejemplo a seguir. Era alguien que se levantaba a las 6 o 7 de la mañana para escribir, un músico exigente con sus músicos y con él mismo;algo que no es tan común. Era como un astronauta. Se esforzaba por hacer que lo suyo fuera bueno, y además era un genio. Era fanático de lo que hacía;le gustaba estudiar, crear, era curioso;aprender estaba en su naturaleza. Apenas terminaba una obra, quería más. Yno era algo fácil, porque eso significaba estar alejado de su familia. Pero si no hubiera personas así, no existirían las obras maravillosas que nos dejan. Mi abuelo era muy duro para afuera, pero puertas adentro era muy generoso. Te alentaba;nunca te hacía sentir que el camino no era por donde ibas. Yera cariñoso. Hay que serlo, para ir a tocar al Colón y llevar a tu nieto de 10 años. El me llevó. Recuerdo nuestras charlas de música:siempre me recomendó mirar a los grosos, y que el mejor estilo para mí era el jazz.”
«Astor me partió la cabeza»
Lautaro Greco - Músico
"Haber escuchado a Piazzolla fue lo que determinó que hoy toque el bandoneón. Mi abuelo lo tocaba y mi viejo me enseñó un poco, medio de rebote. Pero cuando lo escuché a Astor me partió la cabeza. Y desde entonces lo hice como él, desde la pasión. Piazzolla es el ejemplo del tipo que va para adelante, que crea, produce y avanza. Ese es el ejemplo más importante que tomo de él. Hubo, entre los bandoneonistas que vinimos después, esa cosa de tener miedo a parecerse, y entonces hacer cosas incluso en contra de lo que uno siente. La mejor manera de relacionarse con su influencia es no negándolo. Piazzolla es parte de mí, pero yo no puedo ser él. Hay que ser fiel a lo que uno siente, y trabajar en ese sentido. Las cosas que legó son muchas, porque promovió muchas evoluciones en el tango. Quizás su concepto rítmico es de lo más fuerte, pero a mí siempre me impactó su polenta, y que de su virtuosismo nazca una melodía que te parte el alma." © Clarín
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