Fue uno de los más influyentes en lo que respecta al género de terror; tenía 77 años
por Diego Batlle
George A. Romero, que murió a los 77 años a causa de un fulminante cáncer de pulmón, fue uno de los más importantes e influyentes directores del género de terror. Decir que su sello fue el cine clase B con historias de zombies y que con pocos recursos consiguió excelentes resultados comerciales -todo lo cual es cierto- significa minimizar sus méritos como brillante narrador y los alcances de sus películas, que no sólo fueron acumulaciones de vísceras, cuerpos desmembrados y baños de sangre sino que entregaron también miradas desoladoras y revulsivas sobre la sociedad estadounidense con una acidez política que muy pocos colegas -quizás John Carpenter- consiguieron.
Sad to hear my favorite collaborator--and good old friend--George Romero has died. George, there will never be another like you.— Stephen King (@StephenKing) 16 de julio de 2017
Romero has passed away. Hard to find words right now. The loss is so enormous.— Guillermo del Toro (@RealGDT) 16 de julio de 2017
RIP #GeorgeRomero. You made me want to make movies, and helped me to find meaning in monsters. Thank you. I love you.— James Gunn (@JamesGunn) 16 de julio de 2017
Nacido en el Bronx, Romero fue amado por varias generaciones de cinéfilos y muchos artistas que hoy son referentes en Hollywood (Stephen King, Guillermo del Toro, Fede Alvarez, James Gunn y Eli Roth, entre otros) lamentaron mucho su muerte en las redes sociales y lo consideraron un maestro, un referente, un icono insoslayable. Este director independiente en más de un sentido -casi siempre trabajó de manera artesanal y nunca se llevó bien con los principales estudios- debutó a lo grande en 1968 con la fundacional La noche de los muertos vivos (Night of the Living Dead), rodada con poco más de 100.000 dólares y cuyos ingresos en su época superaron los 30 millones de dólares para luego convertirse en clásico de culto e inicio de una larga franquicia que incluyó cinco títulos más: la también muy exitosa El amanecer de los muertos (1978), que costó 650.000 dólares y recaudó 55 millones; El día de los muertos (1985), Tierra de los muertos (2005), que fue el último suceso de su carrera; El diario de los muertos (2007) y un fracaso mayúsculo en lo comercial como La reencarnación de los muertos (2009), que significó además su temprana despedida de los sets de filmación. Contra todos los pronósticos, el boom de los zombies (subgénero del que fue una suerte de padrino) tanto en el cine como en la televisión no ayudó a reposicionarlo sino todo lo contrario: "Por Guerra Mundial Z, Exterminio y The Walking Dead no puedo hacer una película de zombies pequeña y modesta, que esté destinada a ser una crítica sociopolítica; en el momento en que mencionás la palabra zombie te hablan de Brad Pitt o de que hay que filmar películas sólo con muertos vivos sembrando el caos y eso no es lo que yo hago", explicó el desilusionado cineasta a IndieWire. De todas maneras, su aporte al cine no se limitó a esa saga de seis títulos. En la década de 1970 realizó The Crazies (1973) y Martin, el amante del terror (1978); en los '80 rodó la emblemática Knightriders (1981), otro suceso como Creepshow: El festín del terror (1982) y la brillante Monerías diabólicas (1988); mientras que en los '90 fue el turno de La mitad siniestra, transposición de la novela de su gran amigo y colaborador Stephen King con Timothy Hutton, Amy Madigan y Michael Rooker.
En la actualidad -ya bastante alejado de los primeros planos- se encontraba produciendo Road of the Dead, una película en la línea de Mad Max. Sus mejores épocas habían quedado bastante atrás, pero su cine pletórico de ingenio, creatividad, múltiples recursos e imponente fuerza alegórica permanecerá por siempre en el recuerdo de los amantes del cine de género. © La Nación
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