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lunes, 10 de julio de 2017

BBK LIVE EN BILBAO | Brian Wilson sigue de gira a los 75 años: un encuentro con la historia

El cierre del BBK Live, en Bilbao, ofreció como plato más emotivo la posibilidad de ver al histórico líder de los Beach Boys, haciendo en vivo Pet Sounds, la obra cumbre del rock, que hace 50 años iniciaba la psicodelia, marcando el rumbo incluso para el Sgt Peppers de los Beatles

por César Litvak





Lo nuevo y lo viejo. O mejor, lo nuevo y lo clásico… Madrugada de domingo ya en el monte Kobeta (el kobetamendi), en Bilbao. La lluvia no permite disfrutar a full a Primal Scream en el escenario Heineken del BBK Live –acá arriba está más que fresco-, y hace un rato los irlandeses (del norte) Two Door Cinema Club ofrecían un compilado de sus tres discos como una muestra de alta calidad en la escena más novedosa del indie pop. Temas fáciles de asimilar como Cigarrettes in the teather, Undercover Martyn, Do you want it all y Bad decisions provocan fiesta instantánea.

En contraposición, el cierre del festival ofrece una cita con la historia: Brian Wilson, el mítico líder de los Beach Boys, aún gira por Europa celebrando el 50° aniversario de “Pet Sounds”, obra cumbre del rock, piedra angular de la psicodelia, una fija en cualquier top ten de los rankings tipo Los mejores discos de… Breve flashback histórico. Año 1966, gran cosecha para la historia del rock: Dylan culmina su trilogía eléctrica (iniciada en el 65 con “Bringing It All Back Home” y “Highway 61 Revisited”) con el mercurial “Blonde on Blonde”. Los Beatles toman cada vez más posesión de los estudios Abbey Road y editan “Revolver”. Y desde California, Wilson y los Beach Boys marcan el surco inicial de la psicodelia con esa caja musical que es “Pet Sounds”, pura alquimia experimental. Para dimensionarlo estética y cualitativamente, bastará repetir lo que Paul McCartney siempre admitió: “’Sgt. Pepper’s’ se me ocurrió después de escuchar ‘Pet Sounds’”.

Así que aquí estamos, son las 20.30 en el monte, plena luz aún (horario veraniego mediante, por esta época en España el día recién se evapora hacia las nueve y media) y ese señor de andar reposado, que avanza cansino hacia el teclado Yamaha acompañado por un asistente –camisa rosa, pelo canoso engominado- es Brian Wilson. Parece un abuelo. Lo es. A sus 75 años no debe haber nadie tan grande en Kobetamendi: ni por edad, ni por grandeza. “Gabon, Bilbao”, saluda.



En ese instante, lo primero que se siente es: estoy ante un pedazo de historia.

Lo segundo, esa sensación rara que ofrecen los festivales cuando alguien muy importante es programado a plena luz del día; es como que el espacio infinito a campo abierto y el ambiente diurno le bajan el precio al momento: le quita el clima reverencial que adoptaría la misma escena si ocurriera bajo la luna.

“Pet Sounds” debe su sonido, en gran parte, al hecho de convertir el estudio en un laboratorio. Por eso hay de entrada la curiosidad de ver cómo se las arreglará Wilson para reproducir ese sonido tan especial en vivo. El desafío le corresponderá a una banda de once músicos (de cincuentones para arriba) que, de los chicos de la playa originales… sólo queda uno, Al Jardine (guitarra y voz). Nada que extrañe. La historia del grupo estuvo identificada desde siempre por ser los inventores del surf rock, por el color de sus armonías vocales y por las constantes disputas internas, sobre todo entre Wilson y Mike Love. El único chaval es Matt, hijo de Al, sangre y voz joven para acentuar esos falsetes y coritos, marca sonora de los Boys.

Otra intriga: “Pet Sounds” dura 36 minutos y el set es de una hora, ¿cómo lo completará? Con varios hitazos de surf rock que tanto evocan las soleadas playas californianas. De hecho, Matt es el que arranca con Don’t worry baby, antes de que papá Al encare Help me Rhonda. En eso aparece alguien más –y ya son doce-; una cara conocida para ojos argentinos, y es que se trata de Blondie Chaplin, habitual corista de los Stones que nos empezaron a visitar a partir de 1995 (ese de rulitos que formaba equipo con Bernard Fowler y la imponente Lisa Fischer, ¿recuerdan?).

Y enseguida confirmamos lo peor: en cuanto empieza a cantar Surfer girl (“la primera canción que escribí”, aclara) comprobamos lo gastada que está la voz de Brian Wilson. Se entiende si se piensa que “Pet Sounds”, disco lisérgico si los hay, es sinónimo de LSD, que es algo que Brian probó, y más… Se sabe: el hombre supo alimentarse con descomunales ingestas tóxicas. Y así como el pink floyd Syd Barret, adicto a la misma “dieta”, no contó el cuento, este hombre aquí presente es literalmente un sobreviviente. La voz, queda claro, ya no le da (más que falsetes son pasos en falso), de ahí que muchas veces durante el show Chaplin y Jardine Jr. llegarán a apoyarlo como el Quinto de Caballería.

Eso sí, a partir de ahí sonará íntegro el disco homenajeado, con impecable ejecución de los arreglos originales. Van apareciendo Wouldn’t be nice, tan rica melódicamente; You still believe in me, una balada bien melanco; la psicodelia de I’m waiting for the day, así hasta llegar al mayor hit del disco, Sloop John B, impregnado de un góspel hipposo; y esa canción taaaan beatle que es Here today. Tema a tema, la banda –un entretejido sonoro de teclados, flauta traversa, bajo, saxo, guitarras, percusión y vibráfono- logra reproducir en vivo ese mix experimental de rock, pop y barroquismo que es “Pet Sounds”.

De pronto, Brian levanta la mano en señal de silencio. Las pantallas junto al escenario hacen gigante su cara –un rostro blando, que cuelga: un festín para un caricaturista, que seguramente asimilaría a uno de eso perros buenazos tipo baseet hound-. Mr. Wilson anuncia “Esta es la mejor canción que escribí” y en cuanto suenan los primeros acordes de esa joya que es God only knows, la gente estalla como no la ha hecho en toda la tarde.

-¡Hostia, tío! Pero si es igual al “Sgt. Pepper’s” –le dice sorprendida a su novio una chica acá, a dos metros, que no debe superar los 20. (Ya se dijo: Macca nunca ocultó que la obra cumbre de los Beatles era deudora de “Pet Sounds”).

Los dos chavales representan, sin dudas, a la tribu más joven del BBK Live. En cambio, basta hacer un paneo para ver sentida emoción en la franja de los de 40 para arriba. A más de uno se le está piantando un lagrimón, incluso. Y en seguida, a modo de bonus track, Good vibrations borra al instante la brecha generacional: todos saltan, todos bailan, provocando el momento más riesgoso para las vendedoras de Heineken, que no logran hacer avanzar sus carritos cerveceros entre tanta euforia y el terreno escarpado de Kobetamendi.

El final no podía ser más apropiado: lo que se respira en este monte son, básicamente, buenas vibraciones. Más allá de algún derrape vocal, es cierto, lo que queda en la piel es el impacto emotivo. Después de todo, recuerden, el hombre sopló 75 velitas ya. Y ahí está, de gira aún, con el tradicional Festival de Jazz de Montreux (Suiza) como próxima escala.

Y la posibilidad para el cronista de, algún día, poder contarle a sus nietos: “Saben, hace unos años, el abuelo vio a Brian Wilson tratando de cantar ‘Pet Sounds’”. © Clarín

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