"Mirá, ése era Gustavo de chiquito", me dijo Lillian Clarke, levantándose de la silla y cruzando el living para buscar una foto que había enmarcada en una repisa. Antes de agarrarla, se detuvo en otra de marco celeste y la levantó. "Era muy parecido a Benito", dijo, mostrándomela. Era un primer plano cerrado de la cara de Gustavo Cerati junto a la de Benito, su primer hijo, cuando todavía era un bebé. "Gustavo era tan lindo. Y animaba todas las fiestas infantiles, desde los dos años. No sabés", agregó, agarrando finalmente el retrato que se había levantado a buscar y apoyándolo en la larga mesa del comedor donde estábamos tomando el té.
Era una tarde de octubre de 2012 y Cerati lleva más de dos años en coma. Unas semanas antes, había hablado con Lillian por teléfono y le había contado que estaba trabajando en la biografía de su hijo. Después de pensarlo unos días (la palabra biografía, me dijo, le hacía ruido), me citó un miércoles en su casa.
Para el libro, el testimonio de Lillian fue fundamental. Era la voz a partir de la cual podía reconstruir el entorno afectivo y cultural en el que había crecido, los valores que le habían inculcado. Ella era el lugar de donde él venía, y la mejor manera de entender la génesis y conformación del artista más importante del rock latino.
¿Cómo fue que decidieron comprarle una guitarra a Gustavo?
Yo siempre leí muchísimo y tenía la inquietud de que en la escuela faltaba ocuparse de la parte emocional de los chicos. Pensaba: "¿Como no hay arte, algo que incluya arte que es justo lo que se ocupa de la parte emocional?" Entonces le decía a mi marido que compráramos un piano, pero en ese entonces no podíamos porque él estaba recién escalando en la empresa y era carísimo. También era difícil encontrar buenos profesores, sobre todo en los barrios, y yo no quería que se fuera de al lado mío, la verdad es esa. Entonces decidí que compráramos una guitarra y así fue.
¿A Gustavo ya le gustaba la música?
El manifestaba que le gustaba todo eso, pero nos faltaban los instrumentos. Entonces dijimos: "Vamos a comprar una guitarra y él estaba chocho". Me acuerdo hasta el día de hoy el luthier al que fuimos a comprarla. Estaba en la zona cerca de [la intersección de las calles] San Juan y Boedo, donde estaba la cancha de San Lorenzo. Era un luthier que nos habían recomendado, un tipo estupendo. Un viejo que conocía de guitarras cualquier cantidad y le hizo una linda guitarra. El nos hablaba de la importancia de la madera, del estacionamiento de la madera para los sonidos más puros. Así que le compramos una guitarra término medio para que empezara. El otro día encontramos el primer cuaderno de Gustavo de música, lo tiene mi hija, se lo llevó y no me lo quiere dar.
¿Cuantos años tenía ahí Gustavo?
Y tendría 8 años más o menos. Después nos mudamos acá a Villa Ortúzar. Yo quería que siguiera con la música y justo me dijeron que en frente de casa había un profesor de guitarra. Iban mucho ahí los chicos del barrio, y yo los mandé a los tres. Quizás debería haber elegido algo superior pero no importa, el resultado fue bueno igual. Me lo acuerdo siempre sentado ahí con la guitarra criolla, dele y dele. En este lugar compuso cualquier cantidad de canciones.
Cuando empezó con "[Cuando pase] el temblor" yo estaba cocinando y le digo: "Qué hermoso Gustavo, que es eso?" Y me dice: "¿Te gusta , mamá?" Y así nació "El temblor", por eso nadie me va a decir quién fue el compositor, porque yo sé quien fue el compositor de todos los temas.
¿Y cuándo le regalaron la guitarra eléctrica?
Mi marido viajaba a Estados Unidos por la empresa y allá se había conectado con un señor que tenía un negocio de venta de guitarras, que era argentino. Cuando volvía de viaje, abría las valijas y Gustavo se desesperaba porque le traía lo último de música, discos americanos o ingleses de onda. Le traía lo último de lo último de Peter Gabriel, por ejemplo. Gustavo estaba fascinado, y mi marido sacaba de a poco y él le decía: "¿Trajiste algo más papá?" Y en uno de esos viajes le compró una guitarra. ¡La alegría de Gustavo!
De chico, ¿le gustaba leer?
Leía muchísimo, tengo una biblioteca repleta. Por eso su formación. Vos viste que, no es que lo diga la madre, yo cuando escucho los reportajes veo que tiene un vocabulario muy amplio, que es un tipo que responde bien a todo, porque tiene una formación, que la recibió en la Universidad Del Salvador. Fue muy completa la carrera.
¿Por qué Gustavo decidió estudiar Publicidad?
Me dijo: "Mamá, yo quisiera hacer música". Y yo le dije: "Bueno, lo que vos quieras, pero tenés que hacer una carrera, y como tenía muy buenas materias como Filosofía, Sociología, se decidió por Publicidad. Realmente le sirvió mucho.
¿Se acuerda de los primeros shows de Gustavo con Soda Stereo?
Sí, íIamos a verlo a todos lados nosotros. Mi marido me arrastraba, una risa. Mi marido era un ejecutivo, volvía a casa vestido con camisa y corbata, y se sacaba todo eso, se ponía unos jeans y decía: "Vamos que toca Gustavo". Ibamos a cualquier lugar, a cuarteles de Bomberos, qué sé yo. A mí me daba un poco de calor porque éramos los únicos grandes, era la década del 80. Todos nos miraban, yo no sabía dónde meterme, pero mi marido chocho. La verdad es que él lo sintió mucho a su padre cuando murió, porque Juan José se puso la camiseta de Gustavo. Yo también, por supuesto, pero quiero decir que mi marido era sobre todo un hombre que tenía otra formación. Yo soy geminiana, me adapto a todo. Pero él en cambio tenía otra personalidad.
Gustavo heredó de usted la creatividad y el porte. ¿Qué heredó de Juan José?
Gustavo tiene mucho de mi marido en la búsqueda de la excelencia. Si las cosas se pueden hacer bien, hay que hacerlas bien. Mi marido era muy exigente, muy autoexigente. Aparte [tenía] muy buen carácter. Nosotros tuvimos un matrimonio maravilloso, Gustavo, Estela y Laura [las hermanas de Gustavo] se formaron en una casa de amor. El siempre fue un hombre que estuvo apoyando a su familia, que se ocupó de sus hijos a pleno. Conmigo era igual. Así que Gustavo me ha dicho muchas veces: "Mamá, el único anormal de la familia soy yo", porque todas sus parejas han pasado por problemas muy serios. Y bueno, es esa cosa que le tocó, ¿no?
Fuente: Rolling Stone Argentina
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